Agile es un término común hoy en día y extremadamente frecuente en el mundo de la tecnología de la información (IT). De hecho, nació hace más de 20 años y originalmente se pensó como una solución para un problema de desarrollo de software y tecnología que estaba creciendo en todas las industrias. Agile nació como solución al problema de capacidad de adaptación de esta industria.

A medida que la informática y la tecnología se convirtió cada vez más en una parte de los negocios en la década de 1990, se identificó un problema para satisfacer estas nuevas necesidades de una forma óptima: el retraso en la entrega de aplicaciones.
Lo que múltiples compañías experimentaban era que el tiempo que transcurría entre la aparición de una necesidad y la posibilidad de proporcionar una solución efectiva a la misma, que produjera resultados para la compañía, era demasiado largo con ciclos de producción que de media podrían ser de 3 años. La tecnología y las distintas necesidades de negocio de la época se movían mucho más rápido y estos ciclos de producción tan largos no daban una respuesta efectiva.
Las expectativas de los clientes, la evolución del mercado, los sistemas y la tecnología podían cambiar fácilmente durante estos ciclos de producción, resultando a menudo en enormes inversiones de tiempo y capital desperdiciadas en proyectos cancelados o soluciones que terminaban siendo inadecuadas.
Para dar respuesta a este problema ciertamente complejo, 17 expertos en desarrollo de software en Estados Unidos formaron un grupo de trabajo para compartir sus metodologías y procesos, y diseñar cambios que pudieran dar una solución a este problema, acelerando y simplificando el proceso de desarrollo para ganar velocidad y capacidad de adaptación a los cambios del entorno de cada proyecto.
El resultado de este trabajo fue la publicación del conocido como el “Manifiesto Agile” en 2001, que expuso los valores y principios fundamentales del marco Agile propuesto como alternativa a los métodos tradicionales de desarrollo empleados hasta el momento.
Los 4 valores fundamentales de Agile se definieron así:
Equipo: individuos e interacciones por encima de procesos y herramientas.
Producto: software de prueba por encima de documentación completa.
Colaboración: colaboración del cliente por encima de negociaciones y contratos.
Iteración: responder al cambio por encima de seguir un plan.
En el núcleo de este nuevo marco propuesto, encontramos un intento de responder una pregunta fundamental:
¿Cómo incrementar nuestra capacidad de adaptación para dar respuesta a los cambios constantes de una forma efectiva?

Han pasado mas de 20 años desde la publicación de este manifiesto y algo importante ha cambiado. Agile es un estándar adoptado de forma masiva alrededor del mundo. Lo que no ha cambiado, es la necesidad de las compañías de tener una elevada capacidad de adaptación para responder con eficacia y solvencia a las necesidades de un entorno en permanente estado de cambio.
El mundo hoy, es un espacio todavía más cambiante de lo que era hace 20 años. Al masivo avance de la tecnología, la globalización económica y la interconectividad, se le ha sumado una pandemia global que ha condicionado de forma muy significativa la forma de trabajar, como nos relacionamos con el contrato social que llamamos empleo y que además ha afectado de forma muy directa a sectores fundamentales de la economía de muchísimos países.
En este contexto, no es de extrañar que muchas organizaciones estén mirando a Agile como un marco de principios y valores que se pueden extender y adoptar en otros entornos más allá del desarrollo de productos, como una manera de incrementar la capacidad de adaptación de la organización.
Cómo Agile y sus principios podrían suponer una manera diferente de gestión organizacional, estableciendo modelos y culturas de trabajo que sean capaces de adaptarse rápida y eficazmente a la demanda de un entorno imprevisible y en constante cambio.
El Modelo del Valor Total desde el que trabajamos en esta red, define la capacidad de adaptación como el factor fundamental a la hora de generar valor tal como exponemos en esta sencilla ecuación:

Si entendemos el Valor Total como una suma de valor económico y valor relacional, la capacidad de adaptación se convierte en el factor multiplicador.
¿Cómo podemos interpretar los valores de Agile en un contexto organizacional?
Si miramos a los 4 valores de Agile expuestos anteriormente y ponemos el foco en la organización y no en el producto, podemos apreciar dos elementos fundamentales: Equipo y Colaboración.
Establecer que individuos e interacciones están por encima de procesos y herramientas supone un cambio organizacional profundo. Estructuras centralizadas de decisión y focos en procesos de gestión, necesitan ser sustituidas por estructuras de red basadas en la confianza que distribuyan la capacidad de decisión y aceleren los procesos.
Establecer que la colaboración del cliente está por encima de negociaciones y contratos, supone la necesidad de crear y mantener un alto valor relacional con clientes y proveedores que de nuevo depende de la confianza.
Mirando la ecuación del valor total y explorando como adoptar un marco Agile en una organización más allá del desarrollo de un producto, podemos ver que el camino hacia el incremento de la capacidad de adaptación, tan necesaria para hacer cualquier empresa rentable y sostenible, pasa por la creación de valor relacional hacia dentro y hacia fuera de la organización.
En nuestro libro Total Value Management, además de aprender sobre el Modelo del Valor Total, podrás encontrar herramientas concretas para incrementar el valor relacional de tu organización y aumentar la capacidad de adaptación que tanto necesitamos en el momento actual.